jueves, 18 de abril de 2013

SANTO TOMAS DE AQUINO: TEOLOGÍA


Los dogmas fundamentales del cristianismo: Trinidad, Encarnación,
Creación, son para Santo Tomás, artículos de fe, que no pueden
demostrarse. Ante ellos, la razón sólo puede aclarar, y más tarde resolver, las
objeciones. Las aclaraciones de Santo Tomás tienen tal lucidez y elegancia
dialéctica, que constituyen una de las partes más importantes de todo su
sistema.
Acerca del dogma de la Trinidad, la dificultad consiste en entender cómo
la unidad de la sustancia divina puede conciliarse con la trinidad de
personas. Para demostrar que se concilian, Santo Tomás se vale del concepto
de relación. La relación, por una parte, constituye las personas divinas en su
distinción; por otra, se identifica con la misma y única esencia divina. En
efecto, las personas divinas están constituidas por su relación de origen: el
Padre, por la paternidad, es decir, por la relación con el Hijo; el Hijo, por la
filiación o generación, o sea, por su relación con el Padre; el Espíritu Santo,
por el amor, es decir, la relación recíproca de Padre e Hijo. Ahora bien, estas
relaciones no son accidentales en Dios (en Dios no puede haber nada
accidental), sino reales; subsisten realmente en la esencia divina. Por
consiguiente, precisamente la esencia divina en su unidad, al implicar las
relaciones, implica la diversidad de las personas.
 Según Santo Tomás, esta aclaración basta para
demostrar que "lo que la fe revela no es imposible". Esto es todo lo que
debe hacerse en estos asuntos, en que cualquier intento de demostración es
más nocivo que meritorio, ya que puede inducir a los incrédulos a suponer
que los cristianos se basan para creer en razones carentes de valor necesario.
En cuanto a la Encarnación, la dificultad consiste en comprender cómo
en la única persona de Jesucristo haya dos naturalezas, una divina y otra
humana. La Iglesia tuvo que condenar, ya en el siglo V, dos interpretaciones
opuestas de este dogma, y a estas dos interpretaciones reduce Santo Tomás
las otras para poder refutarlas. La herejía de Eutiquio, que
insistiendo en la unidad de la persona de Cristo, reducía a una sola las dos
naturalezas: la divina. La herejía de Nestorio, en cambio,
insistiendo en la dualidad de naturalezas, admitía en Jesucristo dos personas
que coexistían a la vez: la persona humana como instrumento de la divina.
La distinción real entre esencia y existencia en las criaturas, y su unificación
en Dios, proporcionan a Santo Tomás la clave de la interpretación. La
esencia o naturaleza divina se identifica con el ser de Dios. Por lo tanto,
Jesucristo, por tener naturaleza divina, es Dios, subsiste en cuanto Dios,
como persona divina; de modo que es una sola persona, la divina. Por otra
parte, dado que la naturaleza fiumana puede -separarse de la existencia,
puede muy bien tomar la naturaleza humana (que es alma racional y cuerpo)
sin ser una persona humana. Así se comprende cómo
la naturaleza humana pudo ser tomada por Cristo, que revistiéndose de ella
la ha ennoblecido, elevado y hecho de nuevo digna de la gracia divina.
Para Santo Tomás, la creación es artículo de fe sólo en el sentido de inicio
del tiempo, y no en el sentido de ser producida de la nada. Santo Tomás
dice que puede admitirse que el mundo sea producido de la nada y, por
consiguiente, hablar de creación, sin admitir que venga después de la nada;
así lo hizo Avicena en su Metafísica. Y se puede decir que si hubiera un
pie impreso en el polvo eternamente, nadie dudaría de que la huella fuera
producida por el pie; pero con ello no se admitiría un inicio en el tiempo de la
huella. Es decir, que los argumentos a favor de
un comienzo del mundo en el tiempo, no son concluyentes. Por otra parte,
tampoco concluyen necesariamente los que pretenden demostrar la eternidad
del mundo. Entre estos últimos, el más conocido de los aristotélicos, es el
basado en la eternidad de la materia primera. Si el mundo ha empezado a
existir con la Creación, quiere decir que antes de la Creación podía existir, es
decir, que era una posibilidad. Pero toda posibilidad es materia que se actualiza
al recibir la forma. Por consiguiente, antes de la Creación existía la materia del
mundo. Pero no puede haber materia sin forma; y materia y forma juntas
constituyen el mundo; luego, si admitimos la Creación en el tiempo, el mundo
existiría antes de csmenzar a existir, lo cual es imposible. A ello Santo Tomás
contesta diciendo que antes de la Creación, el mundo era posible sólo porqué
Dios podía crearlo y porque su creación no era imposible; no se puede deducir
de esto la existencia de una materia. A los demás argumentos tomados también
de Aristóteles, de que los cielos están formados de materia no ingenerable e
incorruptible y que por ello son eternos, Santo Tomás los combate diciendo
que la ingenerabilidad y la incorruptibilidad de los cielos y, por lo tanto, del
mundo, ha de entenderse per modum naturalem, es decir, en relación con los
procesos naturales de formación de las cosas, y no con relación a la
Creación. De modo que ni siquiera los argumentos que podrían demostrar la
eternidad del mundo tienen valor necesario. La conclusión es que no puede
demostrarse ni el comienzo en el tiempo ni la eternidad del mundo; y esto
deja libre el camino para creer en la Creación en el tiempo: id credere
maxime expedit.

BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofía, Barcelona, HORAS S.A, 1994.

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