San Buenaventura establece la superioridad de la fe sobre la ciencia. Al
contestar a la cuestión de si es más cierta la fe que la ciencia, distingue una
certeza respecto a las verdades de la fe y otra certeza respecto a las verdades
de la razón. En cuanto a las verdades de fe, es más cierta la fe que la ciencia.
Aunque un filósofo llegue a demostrar una verdad de fe, por ejemplo, aque
Dios es creador, mediante su ciencia nunca puede lograr la certeza que el riel
recibe de la verdadera fe. Y en cuanto a las otras verdades, la fe posee una
certeza de adhesión mayor que la ciencia, y la ciencia una mayor certeza de
especulación que la fe. La adhesión se refiere al afecto; la especulación está
relacionada con el puro intelecto. La ciencia elimina la duda, según aparece
claramente, sobre todo en el conocimiento de los axiomas y de los primeros
principios; pero la fe consigue que el creyente se adhiera a la verdad, de un
modo que ni argumentos ni tormentos ni lisonjas le pueden apartar de ella.
El geómetra que por un teorema arriesgara la vida sería necio; pero el
creyente la arriesga y debe arriesgarla por su fe.
Así, la certeza científica queda reducida a un simple hecho intelectual,
simple indubitabilidad teorética, que no exige fidelidad personal; mientras
que la certeza de la fe es exaltada como acto de afecto y adhesión, es decir,
como entrega afectiva de la persona a la verdad.
La fe y la ciencia, la fe y la opinión, pueden coexistir respecto a la misma
verdad. Si por opinión no se entiende la conformidad dada a una alternativa
por medio de otra, sino la conformidad sugerida por razones probables,
entonces podemos darnos cuenta que muchos fieles tienen, para apoyar lo
que creen, muchas razones probables: con lo que, en este caso, la opinión no
sólo excluye la fe, sino que la ayuda y sirve. Por otra parte, la fe no excluye
la ciencia respecto a las mismas verdades y no la excluye porque tiene una
certeza superior. Podemos, con razones necesarias, demostrar que Dios
existe y que es uno; pero dilucidar la misma esencia divina y unidad de Dios
y ver cómo esta unidad no excluye la pluralidad de las personas, esto sólo
puede conseguirse con la fe.
Por consiguiente, la ciencia no invalida la iluminación por la fe, sino que
la exige y la hace necesaria. Los filósofos que consiguieron conocer muchas
verdades acerca de Dios, acabaron, por falta de fe, por incurrir en error o
por desconocer muchas otras. Por lo tanto,
la ciencia nunca puede dejar de valerse de la fe. La fe es la adhesión integral
del hombre a la verdad, por medio de la cual el hombre vive realmente la
verdad y la verdad vive realmente en el hombre.
BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofía, Barcelona, HORAS S.A, 1994.
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