El Monologion es un conjunto de reflexiones sobre la esencia divina que
conducen a una demostración de la existencia de Dios. Anselmo parte del
presupuesto de que el bien, la verdad y en general todo lo universal, subsiste
independientemente de las cosas particulares y no solamente en ellas. Hay
muchas cosas buenas, sea como medios, esto es, por utilidad, sea como fines,
esto es, por su bondad o belleza intrínseca. Pero todas son más o menos
buenas, no absolutamente; presuponen, pues, un bien absoluto, que sea su
medida y del cual obtengan el grado de bondad o verdad que poseen. Este
sumo bien es Dios. De la misma manera, todo lo que es perfecto y, en
general, todo lo que existe, existe por participación de un Ser único y sumo.
El sumo bien, el sumo ser, el sumo grado, todo lo que en el mundo tiene
verdad y valor, coinciden en Dios.
El Monologion desarrolla una argumentación cosmológica que va de lo
particular a lo universal y de lo universal a Dios. El Proslogion desarrolla, en
cambio, una argumentación ontológica, que empieza en el simple concepto
de Dios para llegar a demostrar su existencia. Va dirigido contra la negación
resuelta de la existencia de Dios: contra el necio del Salmo XIII "que dijo en
su corazón: Dios no existe". Evidentemente, aun el negador de la existencia
de Dios debe poseer el concepto de Dios, pues es imposible negar la realidad
de algo que ni siquiera se piensa; la prueba que va del concepto a la realidad,
es, pues, la que no puede ser negada en modo alguno. Ahora bien, el
concepto de Dios es el de un Ser mayor que el cual nada puede pensarse
(quo maius cogitari nequit). Aun el necio debe admitir que el Ser respecto al
cual nada mayor puede ser pensado existe en el entendimiento, aunque no
exista en la realidad. Una cosa es, en efecto, existir en el entendimiento, otra
cosa existir en la realidad; la imagen que el pintor quiere pintar no está
todavía en la realidad, pero existe ciertamente en su entendimiento. Esto
supuesto, la prueba de Anselmo es la siguiente: "Ciertamente, aquello
mayor que lo cual nada puede pensarse, no puede existir sólo en el
entendimiento. Porque si existiese sólo en el entendimiento, se podría
pensar que existía también en la realidad, y, por tanto, que era mayor. Si,
pues, aquello respecto a lo cual nada mayor puede pensarse existe solamente
en el entendimiento, aquello respecto a lo cual nada mayor puede pensarse, es,
en cambio, aquello mayor que lo cual se puede pensar alguna cosa. Pero,
ciertamente, esto es imposible. Por lo tanto, no hay duda de que aquello
mayor que lo cual nada puede ser pensado, existe tanto en el entendimiento
como en la realidad" (Pros., 2). El argumento se funda en dos puntos: 1.°
que lo que existe en realidad es "mayor", o más perfecto que lo que existe
sólo en el entendimiento; 2.° que negar que existe realmente aquello
respecto a lo cual nada mayor puede pensarse, significa contradecirse,
porque significa admitir al mismo tiempo que se lo puede pensar mayor,
esto es, existente en la realidad. A la objeción de que entonces no se ve
cómo es posible pensar que Dios no existe, Anselmo responde que la palabra
pensar tiene dos significados: se puede pensar la palabra que indica la cosa y
se puede pensar la cosa misma. En el primer sentido se puede pensar que
Dios no existe, como, por ejemplo, se puede pensar que el fuego es agua; en
el segundo sentido, no es posible pensar que Dios no existe (Pros., 4).
Al argumento ontológico, el monje Gaunilon, del monasterio
Mar-Montier, en su Liber pro insipiente, opuso que, en primer lugar, un
resuelto negador de la existencia de Dios empezaría por negar que tiene aun
su concepto (que es el punto de partida del argumento ontológico); y, en
segundo lugar, aun admitido que se tenga el concepto de Dios como el de un
ser perfectísimo, de este concepto no puede deducirse la existencia de Dios,
de la misma manera que no puede deducirse la realidad de una isla
perfectísima del concepto de tal isla.
Anselmo replicó con el Liber apologeticus. Es imposible negar que se
puede pensar a Dios: basta, para demostrar esta posibilidad, la misma fe de
la cual Anselmo y Gaunilón están dotados; y si se puede pensar a Dios, se le
debe reconocer como existente, siendo imposible negar la existencia a
aquello que se puede pensar como la mayor de todas las cosas. De una isla
fantástica, aunque se la conciba perfecta, no puede decirse que sea aquello
respecto a lo cual nada más perfecto puede pensarse. De la posibilidad de
pensarla no se sigue su realidad, como, en cambio, se sigue de la simple
posibilidad de pensar a Dios como el ser más perfecto de todos.
El argumento ontológico ha sido unas veces defendido y otras criticado
en la escolástica y estas alternativas han continuado en el pensamiento
moderno. En realidad, el argumento ontológico no es una prueba, sino un
principio. No es una prueba, porque la existencia que se pretende deducir
está ya implícitamente contenida en la definición de Dios como el ser
respecto al cual nada mayor puede pensarse y, por esto, en el simple
pensamiento de Dios: como prueba es un círculo vicioso. Como principio,
expresa la identidad de posibilidad y realidad en el concepto de Dios. Si se
puede pensar a Dios, se debe pensarlo como existente: el pensamiento de
Dios es el pensamiento mismo de esta identidad de posibilidad y de
existencia, identidad que, como Anselmo dice en el Liber apologeticus, es
realizada por la fe. La fe consiste, precisamente, en admitir como
necesariamente real la perfección posible: el argumento ontológico, que
deduce de esta perfección aquella existencia, no es, por consiguiente, otra
cosa que el desarrollo de la fe en su expresión racional o en su principio
lógico. Una vez más se trata de las fides quarens intellectum, del credo ut
intelligam ·. del proceso por medio del cual el acto de fe se convierte en acto de
razón y la iluminación divina en investigación filosófica.
BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofia, Barcelona, HORAS S.A, 1994.
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