La distinción metodológica de Aristóteles entre lo que es
primero "por sí" o "por naturaleza" y lo que es primero "para nosotros", es
seguida y respetada constantemente por Santo Tomás. Ahora bien, si Dios es
primero en el orden del ser, no lo es en el orden de los conocimientos
Humanos, que empiezan por los sentidos. Por tanto, es necesaria una
demostración de la existencia de Dios-, y debe partir de lo que es primero
para nosotros, es decir, de los efectos sensibles, y ha de ser a posteriori
(demonstratio quia). Por ello, Santo Tomás rechaza explícitamente el
argumento ontológico de San Anselmo: aunque tengamos a Dios por
"aquello sobre lo cual nada mayor puede pensarse", no se deduce que El
exista en realidad (in rerum natura) y no sólo en el entendimiento.
Santo Tomás cita cinco vías para llegar de los efectos sensibles a la
existencia de Dios. Estas vías, que ya hacía expuesto en la Summa contra
Gentiles, se enuncian en su formulación clásica en la Summa
theologica. La primera vía es la prueba cosmológica, deducida de la Física y
de la Metafisica de Aristóteles. Parte del principio de que "todo lo
que se mueve es movido por otro". Ahora bien, si aquello que lo mueve se
mueve a su vez, es preciso que también é] sea movido por otro, y así
sucesivamente. Pero es imposible seguir así hasta el infinito, porque
entonces no habría un primer motor ni los otros moverían, como, por
ejemplo, el bastón no se mueve si no es movido por la mano. Por
consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por
nada; y todos consideran que ese motor es Dios. Este argumento fue
utilizado en la escolástica latina por vez primera por Adelardo de Bath,
luego, insistieron en él Maimónides y San Alberto Magno.
La segunda vía es la prueba causal. En la serie de causas eficientes no
podemos remontarnos hasta el infinito, porque entonces no habría una
causa primera, y, por consiguiente, tampoco una causa última ni causas
intermedias: por lo tanto, debe haber una causa eficiente primera, que es
Dios. Esta prueba está tomada de Aristóteles. Avicena la había vuelto a exponer.
La tercera vía se deduce de la relación entre posible y necesario. Las cosas
posibles sólo existen en virtud de las cosas necesarias: éstas tienen la causa
de su necesidad o en sí o en otro. Si tienen la causa en otro, remiten a este
otro, y como ho se puede suponer una cadena de causas hasta el infinito, es
preciso llegar a algo que sea necesario por si" y sea causa de la necesidad de lo
que es necesario por otro: y tal es Dios. Esta prueba está tomada de
Avicena.
La cuarta vía es la de los grados. En las cosas hay más o menos verdad,
más o menos bien y más o menos de todas las demás perfecciones; por
consiguiente, también debe haber un grado máximo de dichas perfecciones,
que será la causa de los grados menores, como el fuego, que es el máximo
calor, es la causa de todas las cosas calientes. Luego, la causa del ser y de la
bondad y de toda perfección es Dios. Esta prueba, de origen platónico, está
tomada de Aristóteles.
La quinta vía se infiere del gobierno de las cosas. Las cosas naturales,
privadas de inteligencia, están, sin embargo, dirigidas aun fin: esto no sería
posible si no estuvieran gobernadas por un Ser dotado de inteligencia, como
la flecha no puede dirigirse hacia el blanco si no es por obra del arquero.
Luego, hay un Ser inteligente que ordena todas las cosas naturales a un fin:
y este Ser es Dios. Esta es la prueba más antigua y venerable de todas: es
muy probable que Santo Tomás siga en su exposición a San Juan
Damasceno y Averroes.
El primero de estos argumentos, el cosmológico, fue utilizado por
Aristóteles no sólo para demostrar la existencia de Dios como primer motor,
sino la existencia de tantos entendimientos motores como órbitas hay en el
cielo. En cambio, para Santo Tomás el primer motor sólo es uno:
Dios; y solo para Dios es valida la prueba. En cuanto al movimiento de los
cielos, parece, en efecto, suponer una sustancia inteligente que lo produzca,
porque, al contrario de los demás movimientos naturales, no se dirige a un
solo punto, en el cual deba cesar; pero es muy posible que sea producido
directamente por Dios. De todos modos, si queremos admitir, como han
hecho varios filósofos y santos, inteligencias angélicas que muevan los cielos,
hemos de notar que no están unidas a los cielos como están unidas al cuerpo
las almas de los animales o de las plantas (que son formas de los propios
cuerpos), sino que están unidas a los cielos sólo con el fin de moverlos, para
transmitir el impulso.
Santo Tomás llega a la existencia de inteligencias angélicas, separadas de los
cuerpos, no teniendo en cuenta el movimiento de los cielos (dado que puede
producirlo directamente Dios), sino observando la perfección del mundo,
perfección que exige la existencia de criaturas incorpóreas. En efecto, estas
criaturas son en el mundo las más semejantes a Dios, que es espíritu puro, y
a través de ellas el mundo, que es el efecto de Dios, se asimila aún más a su
Causa.
BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofia, Barcelona, HORAS S.A, 1994.
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