El fundamento de la teoría política de Santo Tomás es aquella teoría del
derecho natural que constituye uno de los mayores legados dejados por el
estoicismo al mundo antiguo y moderno y que, en la época de Santo Tomás,
había sido adoptado como fundamento del propio derecho canónico. Según
Santo Tomas, nay una ley eterna, o sea, una razón que gobierna todo el
universo y que existe en la mente divina; de esta ley eterna, la ley de la
naturaleza, que está en los hombres, es un reflejo o una "participación".
Esta ley de naturaleza se concreta en tres
inclinaciones fundamentales: 1a una inclinación hacia el bien natural, que el
hombre comparte con cualquier sustancia, la cual —en cuanto tal— desea la
propia conservación; la una inclinación especial a actos determinados, que
son aquellos que la naturaleza ha enseñado a todos los animales, como la
unión del macho con la hembra, la educación de los hijos y otros parecidos;
la inclinación al bien según la naturaleza racional que es propia del hombre,
como lo es la inclinación a conocer la verdad, a vivir en sociedad, etc.
Además de esta ley eterna, que es para el hombre ley de
naturaleza, existen otras dos clases de leyes: la humana 'inventada por los
hombres y merced a la cual se dispone de modo particular de las cosas a las que
se refiere la ley de naturaleza" ; y la divina que es necesaria
para encaminar al hombre a su fin sobrenatural Santo Tomás afirma,
conforme a la teoría del derecho natural que no es ley la ley que no sea justa y..
que por lo tanto "de la ley natural, que es la primera regla de la razón, debe
derivarse toda ley humana".
Según Santo Tomás, es la colectividad la que ha de dictar las leves. "La ley,
dice, tiene como fin primero v fundamental dirigir hacia el
bien común. Ahora bien, ordenar algo para conseguir el bien común es propio
de toda colectividad (multitudo), o de quien hace las veces de toda la
colectividad. Por consiguiente, establecer leyes corresponde a toda la
colectividad o a la persona pública que cuida de la colectividad entera; porque
en todas las cosas sólo puede dirigir hacia el fin aquel a quien el fin mismo
pertenece." De este modo, Santo Tomás afirmó explícitamente el origen
popular de las leyes. Sin embargo, cree que entre las formas de gobierno citadas
por Aristóteles, la mejor es la monarquía, es decir, la que mejor garantiza el
orden y la unidad del Estado y la más semejante al gobierno divino del mundo.
Pero si bien el Estado puede encaminar los hombres
hacia la virtud, no puede encaminarlos a gozar de Dios, que es su fin último.
Este gobierno espiritual sólo corresponde a aquel rey que no sólo es hombre,
sino también Dios, es decir, a Jesucristo. Y, como el fin menos alto está
subordinado al más alto y supremo, del mismo modo el gobierno civil ha de
subordinarse al religioso propio de Cristo y que Cristo confió no a los reyes
terrenales, sino al Papa. ' A el, como al mismo Señor Jesucristo, han de estar
sometidos todos los reyes del pueblo cristiano. Pues a aquél a quien
corresponde velar por el fin último han de someterse los que cuidan de fines
subordinados: éstos han de estar bajo su mando".
BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofía, Barcelona, HORAS S.A, 1994.
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