jueves, 18 de abril de 2013

JUAN ESCOTO ERIUGENA: LA PRIMERA NATURALEZA: DIOS


La primera naturaleza es Dios, en cuanto no tiene principio, y es la causa
principal de todo lo que de El y por El es creado y es el fin único de todo lo
que procede de El. Dios es, en efecto, el principio, el medio y el fin: es
principio en cuanto de El se derivan todas las cosas que participan de su
esencia; es el medio, en cuanto en El y por El subsisten y se mueven todas
las cosas; es el fin, en cuanto todas las cosas se mueven hacia El, en busca del
reposo de su movimiento y de la estabilidad de su perfección. Como
principio, medio y fin, la naturaleza divina no sólo crea, sino que también es
creada. Es creada por sí misma en las cosas que ella misma crea, a la manera
como nuestro entendimiento se crea a sí mismo en los pensamientos que
formula y en las imágenes que recibe de los sentidos. Dios es increado,
en el sentido de que no es creado por otro y como tal está por encima de todos
los seres y no puede ser comprendido ni definido adecuadamente. Es unidad,
pero unidad inefable que no se cierra estérilmente en su singularidad, sino que
se articula en tres sustancias: la sustancia ingénita, o Padre; la sustancia génita,
o Hijo; la sustancia procedente de la ingénita y de la génita, o Espíritu Santo.
Juan toma del seudo Dionisio la distinción de las dos teologías, la positiva y la
negativa. La primera afirma de Dios todos los atributos que le corresponden.
La otra niega que la sustancia divina pueda ser determinada mediante los
caracteres de las cosas que son.
Pero los mismos caracteres que la teología positiva atribuye a Dios toman
en esta atribución un valor diferente del que tienen cuando se refieren a las
cosas creadas. Dios no es propiamente esencia, sino superesencia; no es
verdad, sino superverdad, y lo mismo se debe decir de todos los caracteres que
pueden atribuirse a Dios. De modo que aun la teología positiva es en realidad
negativa, a menos que no se quiera llamar positiva y negativa a la vez; ya que
decir que Dios es superesencia equivale a afirmar y negar al mismo tiempo que
sea esencia. Es cierto que a Dios no se le puede atribuir ninguna de las
categorías aristotélicas, las cuales, referidas a El, adquieren un significado
diverso. Si Dios cayese en el ámbito de alguna de las categorías sería un género
(como, por ejemplo, animal), mientras que El no es género, ni especie, ni
accidente y, así, ninguna categoría puede propiamente calificarle. La
conclusión es que todo lo que la razón humana puede hacer respecto a Dios es
demostrar que nada se puede propiamente afirmar de El.
Pero si Dios es inaccesible como naturaleza superesencial, se revela por sí
mismo en la creación, que es una continua manifestación de El o teofanía. La
esencia divina, que es incomprensible de por sí, aparece en las criaturas
intelectuales y es posible conocerla en ellas. Teofanía es el proceso que de
Dios desciende al hombre a través de la gracia, para retornar a través del
hombre a Dios, con el amor. Teofanía es también toda obra de creación en
cuanto manifiesta la esencia divina, que por esto se hace visible en ella y a
través de ella. Cada una de las personas divinas tiene su propia
función en el proceso de la teofanía. El Padre es el creador de todo; el Hijo crea
las causas primordiales de las cosas que subsisten en él universal y simplemente;
el Espíritu Santo multiplica estas causas primordiales en sus efectos, esto es, las
distribuye en géneros y especies, en números y diferencias, sea de las cosas
celestiales, sea de las sensibles.

BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofia, Barcelona, HORAS S.A, 1994.

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